La huella de la clepsidra

Un tórrido 10 de noviembre de 2008, en el Aula Magna de la Universidad Nacional del Comahue por cuyas ventanas casi se tocaba la roja arcilla de las bardas donde comienza la meseta-desierto de la Patagonia argentina, David Lagmanovich pronunció la conferencia de apertura del “V Congreso Internacional de Minificción. La minificción en el siglo XXI”. Lagmanovich nos guió por la obra de Jorge Luis Borges cartografiando su producción desde la presencia de la brevedad. A continuación, Juan Armando Epple que venía de recibir un merecido homenaje en Chile dedicó su trabajo al cruce entre minificción y teatro breve. De este modo, dos voces fundantes en los estudios de esta forma iniciaron un recorrido que se extendió a lo largo de tres jornadas, durante las cuales se reunieron más de 400 personas entre las que había estudiantes, docentes, críticos, teóricos, escritores provenientes de diversas latitudes para explorar, escuchar de las voces de sus autores y polemizar en torno al microrrelato.
El volumen que tienen entre sus manos, La huella de la clepsidra, reúne una selección de los trabajos leídos en el Congreso. La imagen de una clepsidra, que grano a grano y gota a gota constata el paso del tiempo, cristaliza el drama del microrrelato. Tipo a tipo y palabra a palabra, el microrrelato traza su huella profunda en la percepción del lector. Si breve es el contacto del ojo con la letra impresa en el papel, las operaciones que se activan en el lector abarcan un lapso mucho mayor que el que haría suponer esa exigua presencia textual. La confluencia entre tiempo y letra escrita entendida en tanto impronta sobre el papel, en tanto espacio concreto de la escritura se vuelve el eje sobre el que pivotan la percepción, la producción y la consideración teórico-crítica sobre este objeto.
El siglo XXI nos encuentra con el proceso de legibilidad estética y legitimación histórica en vías de conclusión de una forma cuya primera manifestación constatable en el siglo XX se remonta al texto “A Circe” que abre Ensayos y poemas (1917) del mexicano Julio Torri. Tuvo que mediar casi un siglo de producciones literarias y cerca de 30 años de conciencia crítica para llegar al punto en que nos encontramos hoy: reflexiones teóricas, publicaciones periódicas, antologías, congresos nacionales e internacionales y una producción literaria que se acrecienta día a día.

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