En Escrituras compuestas se leen huellas de conexiones e intercambios que singularizan diferentes poéticas de autor o algunos de sus tramos: expansiones de la literatura a través de distintos lenguajes y disciplinas, o de diversos medios (visuales, sonoros, performáticos), que le dan un giro inusitado a la escritura y hacen de ella compuestos capaces de perturbar los circuitos usuales de la letra (el soporte libro, la línea, el silencio); apropiaciones y usos de diversas piezas, como mapas, pinturas, fotografías, composiciones musicales, para dar lugar a poéticas transversales (atravesadas de lado a lado, desviadas) donde la reflexión sobre la literatura se alimenta de otros códigos o sistemas que ponen al descubierto potencialidades de la poesía o el relato. Los ensayos identifican en la escritura de Silvina Ocampo, Juana Bignozzi, Arturo Carrera y Marcelo Cohen rastros de la potencia de un contagio, de las construcciones y disposiciones del deseo; dispositivos de circulación constante en la superficie discursiva que organizan una potente y prolongada asimilación y transformación estética y funcional de motivos y acciones ajenos con marcados efectos sobre la escritura; interferencias que no se reducen a utilizaciones temáticas ocasionales sino que implican una tendencia hacia una comunicación de carácter complejo: se trata de narrar con recursos pictóricos como el borramiento, la veladura y la fragmentación, o con mitos musicales y citas de canciones que generan prosa; de construir biografías en imágenes o de armar constelaciones poéticas. Escrituras compuestas explora momentos de mutación deliberados, artificios, pliegues fetichizados; los sustitutos escritos de acciones como pintar, restaurar, mapear, cantar, tocar música que, acogidos en los textos fantasmáticamente, es decir, como imposibilidad melancólica de desligue, superan el mero registro de una fuente no verbal en una obra literaria y actúan como principio generador de escritura en distintos niveles.