A fines de 2005 tuvo lugar en Buenos Aires un Coloquio dedicado a festejar los cien años de la publicación deCantos de vida y esperanza, Los cisnes y Otros poemas de Rubén Darío. La consigna implícita que atravesó casi todas las intervenciones buscaba responder una pregunta que resultó, a la vez, una confrontación de contextos y temporalidades: ¿era posible leer este libro de 1905 en el nuevo paisaje de nuestro Presente tan distinto (tan distante) del otro comienzo de siglo? De las proposiciones poéticas de Darío quedaban en pie muchas más de las que creíamos y, como una recurrencia que se iba tornando bastante significativa, los cisnes irrumpían en los debates y las exposiciones del Coloquio y cobraban un sentido más sorprendente de lo que muchos de los allí presentes hubiéramos estado dispuestos a admitir. Los cisnes se volvieron los signoselocuentes de muchas cuestiones: signar la desilusión de los tiempos modernos con la necesidad democrática de articular una protesta y, al mismo tiempo, no resignar la autonomía del arte tan duramente ganada. Centro semántico del testamento de Darío, la protesta de los cisnes, que le da un título al Coloquio, señala la tensión ya percibida por el nicaragüense acerca de la naturaleza del arte en el momento previo e inminente de la irrupción de las vanguardias históricas de nuestro siglo. Una vez más Darío encuentra en las prácticas democráticas de la ciudadanía una coartada poética. Con el antecedente luminoso del J’accuse de Zola, el Yo protesto de Darío significa que la poesía se empieza a hacer cargo del disconformismo con el mundo alienado y capitalista de la modernidad.
Escriben: Hugo Achugar, Mónica Bernabé, Florencia Bonfiglio, Enrique Foffani, Melina Gardella, Rafael Gutiérrez Girardot, Hervé Le Corre, David Lagmanovich, Gabriela Mojillansky, Sylvia Molloy, César Nuñez, Laura Pollastri, Marcela Zanin.